Dios todopoderoso e
invisible, que, con la luz de
tu venida, ahuyentaste las
tinieblas del mundo, míranos
con rostro sereno, para que
sobreabundemos en toda
alabanza, proclamando
dignamente la gloria del
nacimiento de tu Unigénito.
Él, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los
siglos.
Amén.