Señor,
Dios de paz, escucha nuestra súplica.
Hemos intentado
muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras
fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de
oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas
abatidas... Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos
tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre
nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: «¡Nunca más
la guerra!»; «con la guerra, todo queda destruido». Infúndenos el valor de
llevar a cabo gestos concretos para construir la paz. Señor, Dios de Abraham y
los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos,
danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de
mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino.
Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden
transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en
confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida en nosotros la llama
de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y
reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del
corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma
la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra
que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida
se convierta en shalom, paz, salam. Amén. [Papa Francisco]
Fuente: http://w2.vatican.va